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La Marea Verde

Vitoria-Gasteiz podría asemejarse al Rey Midas en lo que al baloncesto se refiere. Todo lo que toca en el deporte de la canasta lo convierte en oro. Y el Araski no iba a ser menos. La clave del éxito que está teniendo el baloncesto en la capital alavesa no está fundamentado solo en éxitos deportivos, no. El ingrediente secreto, aquél que en otros lugares no abunda a pesar de tener equipos que engordan su palmarés año tras año, es la pasión con la que se vive cada canasta en la tierra de las patatas, del vino (con permiso de los riojanos) y ahora también de los aros. La gran afición que existe en Vitoria por este deporte tiene gran parte de sus raíces en el Baskonia, pero clubes como el Araski no han hecho otra cosa que ayudar a propagar una enfermedad incurable, cuyos síntomas empiezan por escuchar con delirio el chirriante sonido de las zapatillas en el parqué o el relajante del balón besando la red.

La afición del Araski, conocida popularmente como La Marea Verde, constituye un brote fuerte dentro de esta enfermedad, cuyo número no hace más que aumentar cada año.  En la presente temporada son 240 los aficionados que se aferran fielmente a su abono cada fin de semana que el Araski juega en casa, aunque la asistencia a Mendizorroza suele ser bastante mayor. De los 500 aficionados que asistían a principios de temporada, la cifra aumentó hasta los 2.000 en el partido que enfrentó a las verdes contra el Gernika en los playoffs de Liga Femenina. Los miembros del club, tanto jugadoras como entrenadores de cualquier categoría, tienen libre acceso a los partidos de Liga Femenina. Además, en la recta final de la temporada se creó La Gran Liada, la primera grada de animación del club.

Pero la fiebre araskizale no sólo se relega a la capital vasca. “Ha habido aficionados del Araski en prácticamente todos los partidos que han jugado fuera”, asegura orgulloso Carlos Rodríguez, contribuyente habitual en dichos desplazamientos. De hecho, es el propio club el que facilita que los aficionados gasteiztarras animen también en los partidos de fuera de casa, proporcionando autobuses y en muchas ocasiones, además, viajando con las propias jugadoras. Para Lierni Aguado, que vivió esta experiencia el año pasado en Cáceres, donde se consiguió el ascenso, fue algo inolvidable: “El ascenso desde Liga Femenina 2 era inesperado, pero además, el poder vivirlo desde Cáceres fue genial. Estas chicas se merecen lo mejor”.

Si en algo coinciden todos los aficionados es en la magnífica e imprevisible temporada que está completando el plantel de Madelén Urieta. Con la vitoriana en el banquillo, la trayectoria siempre ha sido ascendente, pero los resultados obtenidos en el presente curso provocan la fascinación incluso de los más veteranos, como Antonio Castellano. “La temporada del Araski está siendo superlativa, mucho mejor de lo que esperábamos. Estas chicas le ponen una garra y una fuerza terrible”, asegura Castellano, socio desde los primeros años del club. “Son el equipo revelación. Otra cosa no, pero si algo hace el Araski es competir los partidos”, coincide Roberto Bengoa, entrenador en las categorías inferiores y aficionado del club.

Y es que el Araski, además de captar las pasiones de muchos aficionados al baloncesto, también ha generado que grandes y pequeños se interesen sobre un deporte que hasta ahora habían ignorado. Es el caso de Aitziber Alcudia, que, a pesar de ser novel en este ámbito, ya tiene sus ilusiones “al máximo” de cara a esta temporada. “Me he aficionado este año al baloncesto gracias al Araski. No me pierdo un partido en Mendi, y a los de fuera voy cuando puedo”, comenta esta aficionada, que incluso viajó con el resto de la afición para presenciar la Copa de la Reina. En dicho torneo también estuvo Nahia Elvira, otra férrea araskizale pese a sus seis años, que al final de cada partido corre hasta el banquillo vitoriano para saludar a sus ídolos. Porque lo mejor de la entidad alavesa no son los éxitos deportivos, sino la cercanía que transmiten todos sus miembros.

Foto: Federación Española de Baloncesto

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